Historia

Introducción

Las iniciativas tendientes a organizar y coordinar las actividades de las instituciones católicas de enseñanza se originaron a fines del siglo XIX, y adquirieron un carácter más orgánico a partir de 1940. Se ha recorrido pues un largo camino hasta la constitución de la actual Asociación Uruguaya de Educación Católica (AUDEC).

Nuestro propósito es presentar las principales etapas recorridas para comprender mejor la realidad actual y los nuevos desafíos. A los primeros planteos que se desarrollaron en el Primer Congreso Católico de 1889, siguieron varias décadas de trabajo intenso pero no coordinado de las instituciones educadoras católicas. Nuevos intentos de relacionar y organizar dicho trabajo tomaron forma en la Unión Nacional de Educación Católica (UNEC), creada hacia 1940, de activa presencia en las décadas de 1950 y 1960. A la UNEC sucedió, a fines de los años 70, el Secretariado Ejecutivo del Departamento de Educación Católica (SEDEC), al que respondieron importantes iniciativas. En 1985 fue creada la Asociación Uruguaya de Educación Católica (AUDEC), cuya consolidación jurídica iniciará una nueva etapa de su desarrollo.

Parece oportuno y conveniente profundizar en la historia común de estas instituciones y en la evolución de los objetivos de las mismas. La reflexión histórica puede realizar aportes significativos para esclarecer la posible incidencia de la AUDEC en la educación, la cultura y la sociedad uruguayas.

1. El punto de partida.

De la década de 1880 datan destacadas iniciativas tendientes a promover y coordinar la educación católica en nuestro país. En mayo de 1884, con el impulso del Pbro. Dr. Mariano Soler y de Francisco Bauzá, fue fundado el Instituto Pedagógico. “Bajo la dependencia y protección de la Sociedad Católica de Enseñanza Libre”, el Instituto Pedagógico se proponía crear una red de escuelas católicas como una alternativa ante la escuela oficial. La Sociedad Católica de Enseñanza Libre, creada en 1882, presidida por el obispo de Montevideo, Mons. Inocencio Yéregui, era también responsable del funcionamiento de la Universidad Libre o Universidad Católica de Montevideo, fundada en 1876 como Liceo de Estudios Universitarios. En 1885, el Instituto Pedagógico reunía ochocientos alumnos varones, distribuidos en trece escuelas, cuatro en Montevideo y nueve en diferentes localidades del interior del país.

En enero 1885, nació otra fecunda institución, la Asociación de Enseñanza Católica, impulsada por el Pbro. Nicolás Luquese y por Sor María Duthu, Superiora de las Hermanas Vicentinas, e integrada por activas jóvenes católicas uruguayas. La Asociación orientó su acción al desarrollo de la educación de las niñas, a quienes querían “enseñar a vivir, en todo tiempo, como buenas cristianas”. Al finalizar el siglo, eran once los colegios fundados en diversos barrios de Montevideo. Hasta 1922 fueron fundados otros seis colegios, dos de ellos en localidades del interior.

Tanto en el caso del Instituto Pedagógico como en el de la Asociación de Enseñanza Católica, la iniciativa de los laicos católicos fue decisiva. Sin embargo, la continuidad de las obras se vio asegurada cuando los colegios fueron encomendados, de manera progresiva, a las diferentes congregaciones religiosas educadoras que se iban instalando en Uruguay.

Durante los Obispados de Mons. Inocencio Yéregui y, sobre todo, de Mons. Mariano Soler, en el marco de la consolidación del Uruguay moderno y de una sociedad en plena transformación, la Iglesia uruguaya estructuró su acción pastoral en torno a la realización de Congresos. Estas instancias, intensamente movilizadoras entre los clérigos y entre el laicado, promovían una propuesta concreta: la mejor sociedad es la que se funda en la fe cristiana, en las prácticas de las virtudes religiosas, y en la presencia orientadora de la Jerarquía eclesiástica. Entre 1889 y 1911 se reunieron cuatro Congresos Católicos que representaron la respuesta orgánica de la Iglesia ante el anuncio de nuevos tiempos y de nuevos retos.

En abril de 1889, se reunió en Montevideo el 1er. Congreso Católico, con delegados de todas las parroquias y de todas las instituciones católicas del país. Este primer Congreso, que fue llamado “la asamblea constituyente del laicado católico”, dio nacimiento a la Unión Católica del Uruguay, cuyo objetivo era organizar la acción de los laicos católicos en las diversas áreas de la vida pública. El desarrollo de la educación católica fue uno de los puntos más destacados, creándose un comité a tal efecto, y planteándose el objetivo de fundar quince nuevas escuelas en Montevideo, y una escuela en cada ciudad o villa del país. Como ya lo comentamos, la llegada de numerosas congregaciones educadoras, que los Obispos venían promoviendo desde la década de 1860, fue un factor decisivo en la puesta en práctica de esta propuesta educativa de la Iglesia.

Todo lo expuesto nos permite considerar al 1er. Congreso Católico y sus propuestas pastorales educativas como un antecedente valioso de los intentos de coordinación de la educación católica en nuestro país.

2. La Unión Nacional de Educación Católica: UNEC.

Asumida la separación de la Iglesia y el Estado, dispuesta por la Constitución en 1917, y regularizado el gobierno eclesiástico, la Iglesia católica uruguaya se abrió, en la década de 1930 y siguiendo las propuestas de Pío XI, a un nuevo proyecto pastoral: la Acción Católica. Se trataba de estimular la reorganización de las fuerzas laicales para afirmar el “apostolado religioso social”. El nuevo proyecto generó una nueva mística evangelizadora, que debía dar sus frutos también en el área educativa.

Cumpliendo con lo dispuesto por el Episcopado uruguayo, en la Carta Pastoral del 24 de marzo de 1940, nació en el mismo año la Unión Nacional de Educación Católica (UNEC). De acuerdo a los estatutos de la misma, todas las escuelas, colegios y liceos privados católicos debían afiliarse a esta Unión Nacional.

El primer objetivo de la UNEC se refería a la defensa del principio de la libertad de enseñanza a todos los niveles. Se trataba de: “defender los derechos de las escuelas, colegios y liceos católicos; de los padres de familia y de la Iglesia, en materia de educación y de enseñanza, bregando por la efectividad de las garantías constitucionales, por la repartición proporcional escolar, por la libertad de enseñanza integral en todos sus grados (Primaria, Media y Superior, Técnica y Magisterial, etc.).” A este fin prioritario se sumaban el estudio de los problemas que debía enfrentar la enseñanza católica; la coordinación de la actuación de todos los institutos católicos “en la defensa de sus derechos y libertades legítimas”; la promoción de la cooperación pedagógica, cultural, e incluso económica, entre las escuelas católicas; la oportuna fundación de “escuelas magisteriales o institutos superiores de estudios pedagógicos”.

Entre los logros de la UNEC, debe destacarse el establecimiento del consultorio jurídico de la asociación, que cumplió una amplia tarea, acompañando y aconsejando a los colegios en sus relaciones con las autoridades nacionales y municipales. La aprobación, en noviembre de 1943, de la Ley de Consejos de Salarios, seguramente habrá exigido también la acción concertada de los colegios.

En setiembre de 1953, se reunió en Montevideo el Congreso de la Unión Nacional de Educación Católica, presidido por el Arzobispo de Montevideo, Mons. Antonio María Barbieri. Dicho Congreso permitió la reunión y la reflexión conjunta de los superiores de las congregaciones educadoras, acerca del papel que la Iglesia estaba cumpliendo, en el Uruguay, en el área educativa. Si bien no surgieron del mismo realizaciones concretas, se hizo evidente la preocupación de las instituciones educativas por la presencia católica en los niveles de enseñanza media y superior, un tanto postergados hasta entonces. El Plan de Educación Católica presentado en el Congreso contenía la primera propuesta, planteada en el siglo XX, de fundación de una Universidad Católica en el país. Ella estimuló la fundación del Instituto de Filosofía, en abril de 1954, por iniciativa de las Religiosas del Sagrado Corazón y con la aprobación de Mons. Barbieri. El Instituto de Filosofía sería el punto de partida para la creación del Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras, a partir del cual sería fundada la Universidad Católica del Uruguay en 1985.

A comienzos de la década de 1960, la UNEC vivió un período de reestructuración y de consolidación jurídica. La dirección de la UNEC recayó en el Consejo Nacional de Educación Católica, máxima autoridad de carácter nacional en el ámbito de la Educación Católica. El mismo estaba presidido por el Presidente del Departamento de Educación de la CEU, e integrado por diez miembros en total (delegados de los institutos docentes – de varones y de niñas, en igual número –, y personas elegidas por la CEU). A mediados de 1964, los miembros de la UNEC, superiores religiosos y directores de colegios, eligieron a los integrantes del Consejo Nacional. Éste quedó constituido de la siguiente manera: Mons. Antonio Corso (Presidente); Dr. Lorenzo Martínez Vera (Vicepresidente); Hno. Marcial – Eduardo J. Manillier HSF (Tesorero); P. Ángel Colinet SDB (Secretario); Sr. Luis A. Reissig (Secretario rentado); P. José Squadroni SJ; Prof. Venancio Flores; Hna. Superiora Domínica (sic); Hna. Athanasia Neuhauer, de las Hermanas Alemanas; Dra. Manuela Pereyra; Srta. Blanca Sendic; y Hna. Hilda, de las Hermanas de María Auxiliadora.

La promoción de las tareas de las APAC (Asociaciones de Padres de Alumnos de Colegios Católicos), y la campaña realizada para la eliminación del examen de ingreso a enseñanza secundaria, para los colegios privados, fueron tareas emprendidas con éxito en la última etapa de la UNEC.

El Secretariado Ejecutivo del Departamento de Educación Católica: SEDEC.

Las décadas de los 60 y los 70 fueron tiempos de crisis, de cambios y de tensiones para el Uruguay, para su sociedad y para la Iglesia.

En 1978, comenzó a funcionar el Secretariado Ejecutivo del Departamento de Educación Católica (SEDEC). Este Departamento, presidido por Mons. Carlos Mullin, Obispo de Minas desde 1977, resolvió encomendar a un Secretariado Ejecutivo la coordinación de los aspectos técnicos y administrativos de la educación católica. Integraron el SEDEC de los comienzos: el P. Félix María Bruno SDB, la Hna. Mafalda Boniatti FMA, la Hna. Raquel Quijano Cap., la Dra. Regina Petraglia, el Hno. Eymard Bessat HSF, y la Prof. Beatriz Torrendell.

El principal objetivo de la acción del SEDEC fue la instrumentación de las directivas pastorales provenientes de la CEU, en el campo de la enseñanza católica. En la década del 80, y en un marco histórico limitante, a los tradicionales reclamos por el cumplimiento del postulado constitucional de la libertad de enseñanza, se agregó una nueva perspectiva de trabajo para los colegios. En relación con el primer punto, se profundizó y cuestionó el concepto de “habilitación” de los colegios, que implicaba en los hechos la “oficialización” de las escuelas privadas. Sin embargo, y en la línea de los documentos conciliares y de la Conferencia de los Obispos Latinoamericanos de Puebla, se puso el acento en la acción evangelizadora de la Comunidad Educativa, y en la educación en los valores cristianos, incluso a través de las diferentes asignaturas.

Este período se caracterizó por la definición de proyectos pastorales en los diferentes colegios, y en la coordinación de Encuentros diocesanos y nacionales que dieron un fuerte apoyo a esta línea de trabajo. En este sentido, en octubre de 1981, tuvo lugar la Primera Jornada Nacional de Educadores Católicos, centrada en el tema “Educar para los valores”. En otro plano, el SEDEC reafirmó las instancias de asesoramiento y consultas de carácter administrativo, al servicio de los colegios y otras instituciones católicas de enseñanza.

A partir de 1983, en el marco del proceso de apertura política que el Uruguay estaba transitando, se sucedieron diversas instancias de trabajo colectivo, que fueron consolidando las funciones de coordinación pastoral y pedagógica promovidas por el SEDEC. En el mes de abril de 1983 se realizó la Jornada Nacional de Educación Católica, que reunió a unos 300 educadores: docentes, padres y directoras de todas las diócesis del país, con el propósito de reflexionar sobre la pedagogía de los valores, y de promover la elaboración del “proyecto educativo cristiano” de cada colegio católico.

De manera regular, se sucedieron las Jornadas Nacionales de Educadores Laicos Católicos y las Jornadas Nacionales de Padres. La Primera Jornada Nacional de Educadores Laicos Católicos, de octubre de 1983, se centró en el estudio del Documento “El laico católico testigo de la fe en la escuela”, reunió a más de 700 educadores y contó con la presencia de cuatro obispos: Mons. Parteli, Mons. Mullin, Mons. Gottardi, y Mons. Scarrone. La Segunda Jornada de Educadores Laicos Católicos, se reunió en setiembre de 1984, para trabajar sobre el tema “Comunión y participación en la Comunidad educativa”.

En relación con las tareas de coordinación realizadas con las familias, en julio de 1984 se realizó la Primera Jornada Nacional de Padres de Alumnos de Colegios Católicos, organizada por el SEDEC. El objetivo era estudiar formas de promover el compromiso de los padres en la educación integral de sus hijos, y proponer procedimientos para lograr una mayor integración entre la familia y la escuela.

El año 1985 fue un año de transición y de trabajos conducentes a la creación de la Asociación Uruguaya de Educación Católica, la AUDEC.

4. La Asociación Uruguaya de Educación católica: AUDEC.

El 12 de marzo de 1985 se reunieron los Obispos y los Provinciales del Uruguay para iniciar el proceso de fundación y de integración de la Asociación Uruguaya de Educación Católica.

Durante los meses de abril y mayo del mismo año tuvieron lugar diversas instancias de trabajo, que culminaron con la elección de la primera Comisión Directiva de AUDEC, el 20 de mayo, y de la primera Dirección Nacional, el 13 de junio. Bajo la presidencia de Mons. José Gottardi, Arzobispo de Montevideo y Presidente del DEC, integraron la Comisión Directiva: Mons. Andrés Rubio, Mons. Pablo Galimberti y Mons. Raúl Scarrone; y los siguientes Superiores Provinciales, P. Manuel Gutiérrez Semprún SJ, P. Victor F. Reyes SDB, M. Bárbara Caicedo FMA, y M. Rosa Mendizábal Cap. Los miembros de la Dirección Nacional fueron el P. Félix M. Bruno SDB, como Director Nacional, la Dra. Regina Petraglia, la Hna. Cristina Robaina STJ, y el P. Carlos Meharu SJ. Los sucesores del P. Bruno en la Dirección Nacional fueron el Hno. Rogelio Dewaele HSF, el P. Pedro Incio SDB y el P. Marcelo Fontona SDB.

El 7 de agosto de 1985, la Conferencia Episcopal del Uruguay, reunida en Asamblea plenaria extraordinaria, dirigió un mensaje a los centros educativos de la Iglesia. Ante la compleja situación económica y laboral que atravesaban muchas instituciones educativas, los Obispos reafirmaban el principio de libertad de enseñanza, y la necesidad de organizar los centros de acuerdo a los fines de la pastoral educativa de la Iglesia. El retorno a la vida democrática había provocado nuevas situaciones, tensiones y readaptaciones que no siempre fueron de fácil solución. Por otra parte, la AUDEC comenzó a participar de las actividades de los Consejos de Salarios, en representación de los colegios privados católicos.

A lo largo de veinte años de vida, la AUDEC ha definido su perfil y su área de acción. En fraterna coordinación con la Conferencia Episcopal del Uruguay, y con el Departamento del Educación Católica, la Asociación Uruguaya de Educación Católica tiene como objetivo la coordinación y representación de las instituciones católicas de enseñanza en todos los niveles, ante autoridades nacionales y autoridades específicas de la enseñanza, en el plano nacional y ante organismos internacionales. El asesoramiento y el apoyo pedagógicos, jurídicos, laborales, técnicos y administrativos, en consonancia con las orientaciones del Plan pastoral de la Iglesia, han definido su accionar al servicio de la educación católica uruguaya.

Debemos destacar como constantes en la acción de la AUDEC: el estímulo a las tareas de reflexión y de formación de los centros educativos, la organización regular de Jornadas y Cursos para Directores, Administradores y Docentes de carácter nacional, el asesoramiento jurídico y laboral, la apertura de nuevas áreas de trabajo que los tiempos imponen, y la constante defensa de la libertad de aprender y de la libertad de enseñar.

Bastante más de cien años consagrados a la promoción de los valores cristianos en el marco de una educación integral, y a la promoción y defensa de la libertad de enseñanza: éste es el valioso legado y el permanente desafío de la educación católica uruguaya.

El 6 de diciembre de 2013 la Hna. Laura Guisado toma posesión del cargo de Directora Nacional de AUDEC, pero al año siguiente presenta su renuncia debido a su nombramiento como Provincial de las Hijas de María Auxiliadora de Uruguay (Salesianas).

Es así que la Dirección Nacional le propone a Rafael Ibarzabal asumir como Director, quien acepta postularse y es electo por la Asamblea. Al terminar el período en 2016, Ibarzabal se presenta nuevamente como Director para el período 2017 – 2019.