19 DE NOVIEMBRE
LA DIARIA
Por Facundo Franco
“Estamos cada vez más acostumbrados a leer cosas muy simplificadas, reducidas y con escasa profundidad”, comienza Luis Carrizo, coordinador de la Cátedra Unesco de Transformaciones Sociales y Condición Humana, consultado sobre el rol que deben cumplir los sistemas educativos desde las claves del pensamiento complejo. Ese es uno de los principales conceptos de la obra del filósofo francés Edgar Morin, de quien Carrizo es discípulo.
Según continúa, para ello la escuela no debería preocuparse sólo por enseñar nociones técnicas, sino por dar herramientas a los niños y adolescentes para “aprender a pensar”. No obstante, lamenta que la filosofía y las humanidades estén “cada vez más lejos” de los sistemas educativos en tanto “campo de reflexión, de exploración y como plataforma de debate”. Por el contrario, crecientemente se está volviendo un espacio optativo dentro de la currícula, considera.
Carrizo entiende que los centros educativos deben ser lugares en los que se “valore la diferencia” de puntos de vista e invita a pensar el aula como un “espacio de debate” y al docente como un “facilitador” de esos intercambios. Para ello, es clave que “no se cancelen temas”, que la agenda de temas a tratar se vuelva más rica y no tenerle miedo a la controversia y el conflicto. Según complementa el docente de la Universidad Claeh, desde este enfoque es especialmente importante la forma en que la controversia es tratada: debería abordarse a través de la exposición de los distintos argumentos de cada postura.
Para Carrizo, ese escenario todavía está lejos, pero es algo que no sólo pasa con los centros educativos, sino también con la “cultura educativa” en general, que, por ejemplo, incluye lo que ocurre en los hogares. En todos los casos, plantea, se debería fomentar mucho más la participación de los niños y jóvenes para que puedan hacer valer sus puntos de vista. “Ahí la libertad de pensamiento y de expresión están muy en juego, cuando estas cosas fallan, la ciudadanía y la democracia están en juego”, agrega.
Enseñar la comprensión
A lo largo de su extensa obra, Morin se dedicó, entre otras cosas, a explicar la importancia de enseñar la comprensión. Consultado al respecto, Carrizo plantea que “hay una multitud de recursos posibles” para ello, pero lo más importante es tener “la disposición a utilizarlos”. Respecto a la actitud necesaria para lograrlo, sostiene que es imprescindible “abrir las puertas para la autoevaluación” personal, previniendo la autojustificación y el autoengaño. En este punto, recuerda una sentencia de Edgar Morin en Los siete saberes: “Si sabemos comprender antes de condenar, estaremos en la vía de la humanización de las relaciones humanas.”
“Si hay algo que va sustancialmente en contra de la comprensión del otro son los centrismos: el egocentrismo, el sociocentrismo, el etnocentrismo. Todo aquello que haga que mi ser individual, mi ser en familia, mi ser nacional, mi ser étnico-racial sea el centro excluyente dominante”, ilustra. En ese sentido, afirma que los ejemplos pueden ir desde conflictos entre Estados hasta las relaciones interpersonales. Para ilustrarlo, mencionó a la violencia de género y manifestó que no es un fenómeno “de otro planeta”. “Es de nuestro planeta y es producto esta manera de concebir el mundo, de prevalecer, de dominar, de hacer del otro un objeto, una cosa que uno puede manipular”, lamenta.
En ese sentido, plantea que, si bien los sistemas educativos deben incidir en ello, también lo tienen que hacer otras instituciones como las deportivas o los medios de comunicación. Carrizo entiende que lo más importante es estar abierto al debate de ideas y, por ello, cualquier persona u organización puede hacer la diferencia. Precisamente, indica que es el debate que se abre en las situaciones más cotidianas el que “va, sutil e invisiblemente, organizando las tramas del poder y de la dominación”.
Discutir y participar
En los últimos tiempos, en Uruguay y el mundo, han surgido reclamos de familias y de actores políticos que señalan la necesidad de que la escuela no se meta con algunos temas, en el entendido de que deberían ser exclusivo resorte de las familias. Uno de ellos es la educación sexual y, consultado al respecto, Carrizo indica que se trata de “un tema de educación cívica y de derechos”. La educación sexual, en tanto derecho humano, es responsabilidad del Estado. En ese marco, el papel de las familias es clave y para ellos se deben desarrollar intervenciones complejas que las incluyan.
En este punto, considera que las familias deberían tener mayor cautela e ilustración con respecto a la incidencia de la tecnología en la educación sexual de los niños, por ejemplo, con el riesgo de exposición a la pornografía. Por ello plantea que “hay que dar el debate para que no se siga construyendo la falacia de que puedo dominar lo que mi hijo cree, piensa o siente”.
Desde esta postura, se vuelve importante que los niños y adolescentes tengan capacidad de incidir en sus centros educativos y su formación, de modo que puedan considerar distintos argumentos a la hora de tomar decisiones o realizar pronunciamientos. Al respecto, Carrizo afirma que “los y las estudiantes de cualquier nivel siempre tienen cosas para decir que deben ser atendidas”. Muchos educadores lo saben y lo contemplan en sus clases, pero ello no quiere decir que “los sistemas institucionalizados estén preparados” para proponer y generar espacios formales donde los estudiantes puedan expresar sus opiniones, concluye.
Consultado sobre el legado de la transformación educativa diseñada en el actual gobierno y el futuro curricular de Uruguay, el docente abogó por “más filosofía y humanidades y no menos”. Según fundamenta, “estamos en un momento crítico de la revolución científico-tecnológica”, con cambios que se generan a una gran velocidad, por ejemplo, los provocados por la irrupción de la inteligencia artificial generativa, que hoy “nos atraviesa la vida”.
“Por eso cada vez es más necesario aprender a aprender, a pensar y en particular a pensar desde la complejidad, no hacer el atajo de la simpleza, el estigma y la descalificación”, plantea el docente, y asegura que, precisamente, eso es lo que ofrecen las humanidades: la conciencia de la complejidad humana. Respecto a este punto, marcó que otro aspecto que se está volviendo cada vez más relevante es reflexionar sobre “cómo buscar buena información”, en una era en la que la desinformación circula con mayor facilidad. En ese sentido, marca la relevancia del rol de los medios de comunicación y plantea la necesidad de no generar alarma, “pero sí estar alertas” y “generar un mayor nivel de conciencia” sobre el tema.
El rol de la Cátedra Unesco
Carrizo afirma que la Cátedra Unesco de Transformaciones Sociales y Condición Humana apuesta a trabajar “desde la complejidad para construir futuro”. Según aclara, en momentos en los que cada vez se reclaman más certezas en menos tiempo, para que la realidad cambie es necesario afrontar y volver aliada a la incertidumbre. Al respecto, citó a la pensadora austríaca Helga Nowotny, quien en el prefacio de su libro La astucia de la incertidumbre plantea que “la incertidumbre viene con una promesa: las cosas pueden ser de otro modo”. “Eso es un mensaje maravilloso y que hace que la incertidumbre sea vista como un aliciente más”, afirma Carrizo.
En resumen, el docente de la Universidad Claeh asegura que la Cátedra Unesco “ofrece espacios de discusión, de debate, de aprendizaje cruzado” y promueve la “inteligencia colectiva”. De esa manera, se puede aspirar a “generar innovación en el tratamiento de los temas” que le incumben, que son transversales y pueden ir “desde la salud a la educación o al medio ambiente”.
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